El primer título que pensé para este punto de vista fue “La Ruleta y el Despegue”. Para hacerlo simple: es difícil dar claridad sobre lo que pasará en 2023, es una ruleta. Sin embargo, creo que hay una buena posibilidad de que 2024 sea, luego de unos meses con sacudones de ajuste, un año de despegue sostenido para la economía argentina.

Dos preguntas surgen: ¿Por qué 2023 será una ruleta? y ¿Por qué, más allá del resultado de esa ruleta, la economía argentina quedaría lista para un firme despegue a partir de 2024?

En junio/julio de 2022 la economía se desestabilizó fuertemente: los bancos dudaron de seguir financiando al gobierno, renunció el ministro de economía, el dólar paralelo subió casi el 60% en 40 días (de $ 215 a $ 338), y la inflación se disparó al 7,4% mensual. Desde allí comenzó una gestión más consciente de los desafíos de la economía local: el gasto público subió menos que la inflación (caída real en el gasto), aumentaron las tasas de interés (ahora mensualmente el plazo fijo le gana a la inflación), se prorrogaron los pagos de la deuda local y se empezó a sincerar parcialmente el tipo de cambio oficial. De agosto a diciembre se hizo un trabajo necesario, aunque insuficiente, para estabilizar la macroeconomía. El síntoma más claro de que el arreglo fue insuficiente es que las reservas del Banco Central solo se mantienen gracias a los pagos que hace el FMI, ayudados con el adelanto de liquidaciones de las exportaciones agropecuarias. Este síntoma nos asegura que 2023 será una ruleta: si a esta escasez de dólares le sumamos que las previsiones de la cosecha no son buenas (por la sequía), y que el FMI dejará de prestarnos dólares en términos netos a partir de mayo, entonces sabemos que el problema de la escasez de dólares seguirá. Para resolver ese problema debemos entender que la causa no es la falta de generación de dólares, sino la incapacidad para construir una moneda nacional. La desconfianza en el peso convierte al dólar en un bien escaso, y esto nos lleva a: restricción a las importaciones y por lo tanto a la producción; y constante presión sobre los tipos de cambio (lo que genera más inflación). Ya desde septiembre los indicadores económicos muestran caída en la producción local. En el mundo, la inflación aún no desapareció, las tasas de interés seguirán altas, y se espera desaceleración y recesión (es decir, menos demanda por productos locales, y fuga de capitales buscando rendimiento afuera). ¿Tratará el gobierno de soslayar el ajuste del tipo de cambio hasta diciembre, por más que implique asegurar estancamiento? ¿Aumentará el gasto público a pesar de no tener acceso a auténtico financiamiento? ¿Sincerará el valor del dólar en enero/marzo, generando un fogonazo inflacionario? ¿Se quedará corto, y el mercado lo obligará a devaluar en mayo? En cualquiera de estos escenarios la inflación se mantendría por encima del 70% anual, y podría explotar, el salario real subiría muy poco, o directamente caería, y la generación de nuevos puestos de trabajo sería magra. El año 2023 en Argentina es una ruleta, y no hay ningún pleno para que gane la población. Resta ver si aterrizamos suave o a los tumbos.

¿Por qué quedamos listos para despegar en 2024? Desde lo macro-económico el escenario será: precios de nuestros productos agropecuarios exportables aun relativamente altos por los efectos inerciales de la guerra en Ucrania, inversiones listas para exportar gas y litio, un déficit fiscal primario (si el gobierno cumple con lo que dice) igual a la mitad de lo que fue en diciembre de 2015, una unificación del tipo de cambio que pondrá el dólar en valores que faciliten la exportación y protejan el mercado local (tomar como referencia que el dólar turista de hoy equivale al $4 por U$S 1 de junio del 2002), una deuda en moneda extranjera que depende parcialmente de organismos políticos y no judiciales (FMI vs holdouts de 2015). Desde lo microeconómico, un país que hace casi 15 años no genera empleo privado registrado, y por lo tanto claridad con respecto a la necesidad de cambiar las leyes laborales. Desde lo externo, un mundo que estará terminando de superar el proceso inflacionario, y por lo tanto dispuesto a volver a crecer. Y, lo más importante, la condición necesaria para que los ingredientes económicos mencionados más arriba se transformen en buenos resultados: el apoyo político. Hoy en día, hay fuertes indicios de que se está configurando una nueva mayoría en la voluntad política de la sociedad, esta mayoría generaría un cambio con un mandato social para llevar adelante reformas en forma urgente, y sería lo suficientemente significativa como para realmente tener el poder fáctico para realizar modificaciones estructurales. Son muchísimos desafíos, pero la mayoría de ellos requieren de voluntad interna, no son problemas externos, y esa voluntad interna empieza a aparecer en forma mayoritaria, a través de un proceso democrático ordenado, incluso en regiones del país donde antes era impensado. En resumen, si la mayoría elige un gobierno que pueda generar confianza en el sector productivo, el contexto permite imaginar crecimiento sostenido desde 2024 en adelante.